Joan Antoni Domènech
2/11/2022

Cruset ha estado al frente del Port cerca de cuatro años.

Decía recientemente el futuro nuevo presidente del Port, Raül Garreta, que su antecesor en el cargo, Josep Maria Cruset, había dejado el listón muy alto. Ciertamente un gesto de cortesía y, a la vez, un modo de encarar con un primer paso modesto el futuro inicio de su mandato.

En las mismas declaraciones, añadía Garreta que en el Port hay poco margen político, que es una entidad muy garantista y que hace auditorías muy duras, calificando a la estructura de muy potente. Según esta definición, el Port sería un buen acomodo para un perfil exigente y muy cuidadoso con la gestión. Aunque, también, si se busca rédito político.

Por ejemplo, un perfil de ingeniero, con ambición gestora, podría encajar perfectamente en la que seguramente es la institución con mayor proyección del territorio. Y así fue en tiempos de Josep Andreu (ingeniero industrial) y de Josep Maria Cruset (ingeniero químico), ambos con un marchamo voluntariamente gestor y que, de hecho, se aplicaron en la dinamización de la infraestructura.

Josep Maria Cruset llegó a la Autoridad Portuaria con un bagaje político modesto, como fue el haber pasado por la alcaldía de Riudoms. Sin embargo, pronto destacaría en su actividad como presidente del Port, implicándose activamente en la gestión y abanderando el impulso de las nuevas inversiones, así como la consolidación de proyectos.  La impresión general es que el trabajo de Cruset ha venido acompañado por un gran entusiasmo profesional; se ha sentido muy a gusto pilotando el enclave tarraconense.

Los presidentes de las autoridades portuarias heredan una serie de proyectos que se han venido planificando en años anteriores y que, en teoría, deben seguir su curso, en el marco de planes de inversión que suelen durar años. A estos proyectos, dependiendo de las rigideces administrativas, se les puede dar mayor o menor velocidad e introducir, incluso igualmente otros de nuevos. Durante el mandato de Cruset se han acabado de concretar algunas inversiones muy relevantes, impulsado otros ya en marcha, y abierto nuevos frentes.

Especialmente significativa ha sido la gestión económica en la que resalta la reducción del endeudamiento

En el haber de Cruset al frente del Port hay que remarcar, precisamente, el empuje a los grandes proyectos estratégicos en marcha; una nueva velocidad para ir cerrando etapas y avanzar en la consolidación de cara al futuro de la infraestructura. Así, en sus cerca de cuatro años de mandato (2018-2022), Cruset acelera los trámites administrativos para dar luz verde a la ZAL, tras tres decenios de historia y unos últimos años de desesperante lentitud. Un proyecto capital para el futuro del enclave, y como resorte económico para el conjunto del territorio.

Inversiones totalmente estratégicas para el futuro del enclave son también la PortTarragona Terminal Guadalajara-Marchamalo, así como la modernización de la plataforma ferroviaria de La Boella, con protagonismo de la empresa privada,  y la concreción de la participación en el puerto seco TIM Monzón y la plataforma de Tamarite de Litera (Litera TIM), dos puntales en Aragón que consolidan el hinterland portuario. En este sentido, hay que apuntar igualmente el fuerte impulso al tráfico ferroviario durante el mandato de Cruset.

Durante el mandato del expresidente, el Port ha podido activar 100 millones de euros de inversión, en el marco de un plan inversor que alcanza los 150 millones de euros y que finaliza en 2023, a los que hay que añadir 180 millones de euros de la inversión privada hasta 2024. En este campo, recientemente Puertos del Estado aprobó el Plan Director de Infraestructuras del Port 2015-2035.

Durante el camino andado, el equipo de Cruset tuvo que enfrentarse a una nueva riada del Francolí, al temporal Gloria, a la pandemia del Covid y, recientemente, a  las consecuencias del conflicto de la estiba, afectando principalmente a uno de los tráficos estratégicos del Port, como es el agroalimentario. Y no puede olvidarse la guerra en Ucrania y, por otra parte, la merma en volúmenes del tráfico de carbón, otro de los referentes portuarios que ha habido que compensar con el alza en otros tráficos.

Muy destacable ha sido también la gestión de los cruceros, con la puesta en marcha de un nuevo muelle y la gestión del mismo por el principal operador privado del sector, Global Ports. La adecuación horaria del PIF, el sistema SEA para agroalimentario, también quedarán como buenas referencias.

En paralelo, especialmente significativa ha sido la gestión económica en la que resalta la reducción del endeudamiento. En el marco general de los puertos de titularidad estatal, el de Tarragona ha venido comportándose durante el mandato de Cruset con una significativa mejora en el ranking, con ligeras variaciones, que le posicionan actualmente como-de los 28 existentes- el quinto enclave estatal en volumen de mercancías.

Los vaivenes de la política han dejado a Cruset sin poder ver durante su mandato los frutos de años de intenso trabajo. Una cristalización de proyectos que tendrá el próximo año su gran visualización. No sé si será más fácil, pero su sucesor tiene ya un buen camino andado.