Verónica Tapias
07/12/2020

“Yo fui el primer práctico en España que prestó sus servicios tanto en la entrada como en la maniobra de salida al portaviones JFK”.

Aunque no resulta demasiado conocida para la gente de fuera del ámbito marítimo, una de las profesiones más relevantes de los puertos es la de práctico. Su función es esencial en las operaciones de atraque, desatraque y movimiento interior de buques de ciertas y variadas dimensiones o registros, y requiere una gran responsabilidad y pericia para garantizar la seguridad en la navegación por aguas portuarias. Es por ello que está obligado a conocer muy bien los pormenores de aquellos puertos donde ejerce y disponer de una gran experiencia en la maniobra de buques de diferentes tonelajes. El práctico es el encargado de asesorar al capitán en las maniobras portuarias.

Según el Colegio Oficial Nacional de Prácticos de Puerto de España, “el practicaje es un servicio universal, obligatorio para buques de más de 500 GT o de cualquier tamaño siempre y cuando transporten mercancías peligrosas. Está dirigido a garantizar la seguridad del puerto, de las instalaciones portuarias, del buque, del medio ambiente y, por ende, de la vida humana. Está catalogado como un servicio concesionado y fuertemente regulado por su incidencia en la seguridad de la navegación”.

Es por ello que, actualmente, los requisitos para trabajar en esta profesión son varios. Para poder optar a práctico de puerto se debe ser capitán de la Marina Mercante y haber ejercido el mando en buques mayores de 1.000 GT durante dos años en los últimos diez. Además se tiene que superar un examen eliminatorio de inglés (traducción directa, inversa y conversación) en Madrid bajo control de la Dirección General de la Marina Mercante y otro de normativa nacional e internacional sobre asuntos relacionados con la seguridad y protección marítima, seguridad de la navegación, protección del medio ambiente marino, elementos y equipos de los buques.

Superada esta fase, se tiene que realizar otro examen (bajo control de la Capitanía Marítima) en el puerto donde exista vacante, que consiste en demostrar sus conocimientos sobre el puerto y las normas locales (prueba eliminatoria), y superar una segunda prueba consistente en la realización (sobre el papel) de varias maniobras de atraque y desatraque en el puerto. Además se tendrá que superar un reconocimiento médico específico (antes del examen en el puerto) y un período de prácticas. Durante su vida laboral, el práctico está obligado a mantener actualizados sus conocimientos a través de un curso de formación continua.

En España operan menos de 250 prácticos en 56 infraestructuras portuarias.

En España operan menos de 250 prácticos en 56 infraestructuras portuarias. Aunque hablamos de uno de los servicios de practicaje más antiguos de Europa y de mayor calidad, las tarifas fijadas en nuestro país por las autoridades portuarias son de las más baratas. Concretamente, son un 60% más baratas que en Francia e Italia y un 200% más económicas que en países del norte del continente.

Paco Iáñez, natural de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), fue práctico del Puerto de Tarragona durante casi 25 años, hasta que se jubiló en 2013. Aunque estaba destinado a ser ebanista, siguiendo la profesión de su padre, su pasión por el mar le llevó a convertirse en práctico de puerto en la costa tarraconense, donde lleva viviendo 32 años. “Empecé a navegar a los 14 años, en unos cursos de navegación a vela que la Organización Juvenil Española (OJE) organizó en mi ciudad natal. Me di cuenta de que ganaba todas las regatas y decidí que quería ser marino”, explica. Muy a pesar de su padre, que tuvo un disgusto cuando se enteró de la decisión de su hijo, Iáñez optó a una Beca PIO (Becas de Principio de Igualdad de Oportunidades) y consiguió entrar en la Escuela Náutica de Cádiz.

Después de tres años de estudios, ya con 18 años, embarcó para realizar dos años de prácticas y el posterior curso de piloto (fue el primero de su promoción) y tres años de navegación para alcanzar la titulación de capitán. “Entonces salió una convocatoria de la Armada porque necesitaban pilotos de helicópteros que fueran marinos mercantes y me presenté. Yo tenía 24 años y fue entonces cuando me hice piloto naval”, recuerda Iáñez. Después de nueve años volando en la Armada, la rutina le hizo decidir embarcarse, en este caso, como comandante de dos buques auxiliares de la Armada, donde estuvo varios años más. “En este tiempo adquirí la experiencia necesaria en aquellos años (5 años de mando) para poder ser práctico”. De allí lo enviaron a la Comandancia Militar de Marina de Huelva pero los trabajos administrativos no eran para Iáñez. “Tras mi ingreso en la Armada, me casé y trasladamos nuestro domicilio de Sanlúcar a Cádiz. Entonces me presenté a varias convocatorias para práctico, hasta que gané una plaza en el Puerto de Tarragona en 1988. Entonces tenía 39 años”, explica con orgullo. Su familia, esposa y dos hijas, se afincaron en Tarragona desde esta buena nueva.

Mejoras en el servicio de practicaje

Si echa la vista atrás, recuerda los avances que los prácticos consiguieron en el puerto tarraconense: “Cuando empecé, éramos 6 prácticos para un servicio de 24 horas todos los días del año. Eso suponía muchas horas de trabajo y, aunque estaba bien remunerado, era un trabajo muy duro”. Sin embargo, con el tiempo, consiguieron aumentar la plantilla hasta 8 prácticos para cumplir con unas condiciones laborales más aceptables. Otra de las mejoras que se consiguieron y en la que participó activamente Paco Iáñez fue la construcción de una nueva Estación de Prácticos en el muelle de Catalunya, que se convirtió, en aquellos años, en la mejor estación y corporación de todos los puertos españoles.

La clave del buen hacer de un práctico es “conocer bien el tipo de barco, la maniobra a realizar, las condiciones meteorológicas y tener una rápida apreciación del carácter del capitán” (Iáñez desembarcando de un quimiquero).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Con la entrada en vigor de la Ley de Puertos del Estado y de la Marina Mercante de 1992, los cambios en la profesión fueron varios y significativos: “El hecho de que la ley, en su largo período de desarrollo y proyecto, ofreciera más información sobre el practicaje hizo que la figura del práctico fuese conocida y valorada por toda la comunidad portuaria. Algunos, con más prejuicios que conocimientos, nos tildaban de aparca-barcos, pero esta profesión es mucho más que eso”, aclara el práctico jubilado. La nueva ley conllevó una actualización y racionalización de las tarifas y un desarrollo del servicio, donde se contemplaba un plan de renovación de las embarcaciones y el adecuado personal de vigías, administrativos y de mantenimiento. Según Iáñez, “con todo ello logramos recuperar 50 años de atrasos”.

Cuando habla de su día a día en el Port de Tarragona, Paco Iáñez recuerda que, para poder ofrecer un servicio de dos prácticos durante 24 horas, se implicaba a 26 profesionales: 8 prácticos, 1 encargado contramaestre de las embarcaciones, 5 patrones de tráfico interior, 5 marineros, 5 vigías y 2 administrativos/as. Los vigías y los/las administrativos/as recibían la documentación de la APT con la hora de llegada del barco, el lugar de atraque asignado, las características… y, de la Capitanía Marítima, se recibía la autorización de entrada. Por su parte, los consignatarios informaban a los prácticos de cualquier cambio de horario o instrucciones propias del buque para operar adecuadamente.

Desde el barco, igualmente, se informaba a los prácticos, tanto para solicitar el servicio de practicaje de entrada como de movimiento interior o salida, ya que, según establece la ley, la obligación de llamar al práctico es privativa y obligada del capitán del buque. Cuando el buque llegaba a 4 millas de la bocana del puerto o media hora antes de iniciar cualquier otra maniobra, el práctico salía del puerto y, a una milla de la bocana, abordaba el buque desde su embarcación a través de la escala de práctico para reunirse con el capitán en el puente de mando y darle información sobre el recorrido a seguir hasta el atraque correspondiente.

Para Iáñez, la clave del buen hacer de un práctico es “conocer bien el tipo de barco, la maniobra a realizar, las condiciones meteorológicas y tener una rápida apreciación del carácter del capitán ante la maniobra. En el caso de Tarragona, por ejemplo, hablamos de un puerto muy ventoso y era importante tenerlo en cuenta a la hora de prever las maniobras a realizar”.

Si compara sus inicios como práctico con la actualidad, afirma que, aunque la esencia de la profesión es la misma, las embarcaciones, el personal y los medios de habitabilidad informáticos y de comunicaciones han mejorado mucho. “Antes era más duro que ahora, hacíamos más horas, pero también teníamos más ingresos personales”. Y es que la figura del práctico es un socio de una microempresa (Sociedad Limitada Profesional) que está unido a sus compañeros a través de una corporación. “Por ello, a menor número de socios, más ingresos personales, pero el servicio de practicaje es algo más que eso. Hay que prestarlo con las máximas garantías de seguridad, eficacia y disponibilidad y, por ello, no siempre el afán personal debe de imponerse a toda costa”, aclara Iáñez.

Un par de anécdotas

Preguntado sobre las anécdotas que recuerda de su vida como práctico, Paco Iáñez señala dos. La primera es la llegada del portaviones norteamericano JFK al Puerto de Tarragona, un buque de 325 metros de eslora y 72 de manga, uno de los barcos de mayores dimensiones atracado en las instalaciones tarraconenses. “Yo fui el primer práctico en España que prestó sus servicios tanto en la entrada como en la maniobra de salida al JFK. En ambas operaciones, mi embarque/desembarque en el mar se efectuó con un helicóptero del buque”, apunta Iáñez con una sonrisa de satisfacción en la boca. Recuerda toda la previa a la llegada del portaviones: “Nos visitó un gabinete de Madrid, formado por personal de las Fuerzas Armadas Norteamericanas, el Ministerio de Defensa Español y unos cuantos políticos, para planificar su llegada”. Y es que el alcalde de Tarragona del momento, Joan Miquel Nadal, que además era miembro de la Comisión de Defensa de las Cortes Españolas, tenía la intención de convertir la infraestructura tarraconense en puerto de descanso de la 6ª Flota, una iniciativa que se vio truncada por las quejas de algunas organizaciones anti militares. “Las cuatro veces que vino el JFK fue una gran promoción para la ciudad y comportó unos importantes beneficios económicos”, asegura Paco Iáñez. El práctico jubilado explica que, tras finalizar la maniobra de atraque, “se acercó un alto mando de la Flota y me preguntó dónde podía comprar un buen jamón. Le recomendé un almacén de Bonavista donde yo había adquirido un jamón hacía pocos días y debió tomar buena nota porque, cuando zarpó el buque de Tarragona, me comentó en voz baja que había comprado dos en lugar de uno, haciéndome un gesto con el dedo en la boca para que guardara silencio. Como creo que ha pasado el período reglamentario del silencio solicitado, creo que puedo explicarlo”, sonríe.

La segunda anécdota que recuerda tuvo lugar cuando tenía que asesorar el desatraque de un barco turco. “Cuando embarqué, me encontré con una situación bastante crispada, con gente en tierra protestando, sin saber muy bien el motivo”, apunta. “Entonces, mientras hablaba con el capitán, un puñetazo que vino por mi espalda, lo tiró al suelo”. Ante estas circunstancias, Iáñez avisó, a través del vigía, a la Guardia Civil, que se personó en el muelle junto con la Policía Nacional para solucionar la situación. Parece que 3 tripulantes del buque turco habían decidido desembarcar en Tarragona y no regresar a casa, a lo que el capitán se negó. “Finalmente, 3 o 4 horas después, pudimos realizar la maniobra de desatraque y el barco partió hacia su destino”, explica.

Actualmente, Paco Iáñez se dedica a trabajar en su jardín, a realizar largas caminatas por los senderos de Tarragona y a disfrutar de sus nietos. Sin embargo, antes de llegar a eso, durante su época como práctico aún tuvo tiempo de escribir algunos artículos profesionales e históricos sobre el practicaje y dos libros sobre esta profesión: Practicaje de puerto: evolución, vicisitudes y circunstancias y Practicaje de puerto: el capitán de puerto y el sexto de practicaje, una buena manera de dejar su testimonio por escrito para las generaciones futuras.